Cartas desde Aragoza: Virginia ya no quiere ser Virginia

En realidad, uno no se esperaba volver a escribir estas cartas; la idea original surge de la voluntad de escribir, y dejé de hacerlo a medida que ésta se fue difuminando. Volver ahora a escribirlas es más una cuestión ya no de necesidad, sino de urgencia. Vuelvo a enviar estas Cartas desde Aragoza porque durante los últimos dos años se ha desplegado un proyecto -la instalación masiva de centros de procesamiento de datos (CPD) en Aragón- que, si se completa, lo transformará por completo y definirá una nueva relación entre quienes habitamos el territorio y, bueno, el capitalismo. No es que estas circunstancias hagan que lo que pueda decir sea más necesario o importante: solo ocurre que me hace falta un mapa con el que orientarme en este nuevo paisaje, y después de dos años dándole vueltas esbozándolo, quiero compartirlo.

Aquí y ahora, tu centro de datos

El marco es el siguiente: la digitalización de la economía y la sociedad -la IA, la nube, redes y plataformas- es una vuelta de tuerca más en las crisis que vivimos desde 2008, y como tal vuelta de tuerca sirve para que a) ciertos grupos ganen mucho dinero y b) las relaciones de poder entre países y territorios se reproduzcan y hagan más fuertes. Volveremos sobre eso más adelante. Pero no solo eso: la revolución digital es también c) un proceso tecnológico en sí mismo -y como tal, nos produce fascinación y cambia por completo la forma de nuestras sociedades, no solo en lo digital sino también en d) lo más básico y físico, porque la nube es material y requiere de unas infraestructuras voraces en energía y minerales y, también, sedientas. De ahí la aceleración que ha sufrido y que se espera que sufra el sector de centros de datos a nivel global. No es el tema de hoy, pero bueno, un gráfico siempre queda bonito:

Evolución global del consumo de energía de CPD (2005-2024),Agencia Internacional de la Energía.

Ahora bien: Aragón aspira, de acuerdo con lo anunciado hasta ahora, a acoger el 70% de las inversiones en centros de datos de España hasta 2035. Ante esto, solo cabe una pregunta, que son dos: ¿por qué aquí y por qué ahora?

Un “aquí” es el que hemos respondido a nivel global: los centros de datos hacen falta en el modelo económico de la nueva economía digital. Otro “aquí”, el español, tiene que ver con los precios de la energía eléctrica: desde 2022 -por motivos que esperemos tratar otro día- estos se encuentran en España entre los más bajos de Europa, a costa, eso sí, de una rentabilidad decreciente de las renovables. Esto ha llevado a un papel desorbitado de las empresas energéticas en la explosión de los centros de datos en el tercer “aquí”, Aragón: para SAMCA, Forestalia o Atalaya, estos centros de datos se han convertido en una varita mágica con la que dar salida a sus inversiones.

Ahora bien, ¿hasta qué punto esto es una huida hacia adelante? Sabemos que en España las peticiones de enganche a la red de CPD están sorteando las limitaciones -todavía no operativas- del Real Decreto de Centros de Datos. También, que en Estados Unidos están proliferando los centros de datos fantasma por motivos parecidos: peticiones de conexión a la red eléctrica de un mismo centro de datos a tres o cuatro puntos distintos, acaparando enganches que luego revender en proyectos que, incluso, no llegan a desarrollarse. La regulación tiene difícil adaptarse al ritmo acelerado de desarrollo de la IA, pero no tanto a las estrategias empresariales.

La fiebre y el deseo

Construir un centro de datos no parece sencillo ni rápido. De hecho no lo es. No obstante, construir un centro de datos, o treinta, como en Aragón, es más sencillo que electrificar consumos de cientos de miles de viviendas, sustituir cientos de miles de coches por vehículos eléctricos o electrificar la producción de miles de empresas y edificios públicos. Para las empresas energéticas, supone tener una demanda para cubrir una inversión en 5-7 años en lugar de en 15 0 20. Para un gobierno tener -menos- impuestos hoy en lugar de tener más dentro de diez, con grúas, excavadoras y gente trabajando mañana en lugar de pasado.

Esto es problemático. Cada millón invertido en la industria agroalimentaria, genera 1,15 puestos de trabajo. Cada millón en las fábricas de CATL o Leapmotor, 1.37. Cada millón en un centro de datos... Bien, incluso aceptando barco sería, en el mejor de los casos, 18. La cuestión es que generar actividad económica requiere energía, en mayor o menor medida, y los centros de datos dividen su inversión entre equipos que la consumen e instalaciones que la capturan. Aunque no hubiera un aumento del precio de la energía para consumidores domésticos e industriales -algo difícil cuando la proyección, corta, es que los CPD consuman el 15% de la energía eléctrica en pocos años, sacando además la más barata del mercado-, seguiríamos estando en una guerra de los enchufes en la que los promotores de los centros de datos han llegado antes, tienen más recursos y mejores contactos en la administración.

Entonces, ¿por qué crear centros de datos? Bueno, por ese afán de no perder trenes y elecciones, claro. Para crear empleo, crear empleo de calidad, crear empleo tecnológico. Como en 2008, a pesar de las señales, por confiar en que esto no sea una burbuja, a pesar de que la inversión en el sector se ha convertido en una espiral de unas pocas empresas alimentado por productos crediticios o vehículos de inversión cuando menos dudosos que mueve un billón de dólares. Para atraer todas las inversiones posibles para convertirnos en la Virginia europea, cuando la propia Virginia ya se ha cansado de ser Virginia.

Loudoun, VA

Una de las cuestiones más llamativas del viaje de Jorge Azcón a Virginia ha pasado completamente inadvertida en la cobertura mediática. Mientras Azcón se paseaba por el Data Center Alley, alabando el modelo económico de impulso a los centros de datos en el condado de Loudoun, los demócratas ganaban las elecciones a gobernadora, al parlamento estatal y muchas locales con un discurso marcado por una cierta crítica al modelo energético –“que los centros de datos paguen su parte”, sobre todo la eléctrica, mientras la factura doméstica no deja de subir: pero también la tributaria, pues de acuerdo con la investigación del parlamento Virginia, los centros de datos se ahorran casi mil millones en exenciones fiscales cada año, solo a nivel estatal.

Pero, y ojo, esto es importante: aunque la política estatal e incluso nacional aún no ha perdido completamente su línea divisoria ideológica, en la política local de Loudoun y otros lugares, las peticiones de moratoria sobre nuevos centros de datos vienen tanto de demócratas como de republicanos.

Ser uno de los condados más ricos del país no ha impedido -de hecho, ha provocado- que Loudoun sea, también, uno de los condados más caros de Estados Unidos: se sitúa entre los 50 más caros (de 3000) y una familia de cuatro personas necesita unos 130.000€ anuales para cubrir sus gastos. Hay que entender que Loudoun es más un Guadalajara o un Toledo, o un Talavera que un Zaragoza. Situado a apenas 60 kilómetros de Washington, no solo es hogar de centros de datos, sino de compañías de defensa (Northrop Grummann) o tecnológica (AOL); buena parte de su población trabaja en el gobierno federal. Además, al igual que toda la zona de centros de datos vecina, es una de las áreas más desiguales de Estados Unidos. Lo es a cada vez más nivel interno: el 20% más rico gana 13,4 veces más que el 20% más pobre (Aragón, 4,3, Estados Unidos, 4,9, volvemos a esto más abajo), pero también a nivel territorial: mientras los cinco condados especializados en centros de datos y vecinos de Washington aceleran su crecimiento, el resto del estado vive en un estado de estancamiento o regresión relativa desde 2008.

Condados de Virginia por debajo de la media de renta (azul) y por encima (rojo/salmón); las diferencias de tono indican mejor o peor evolución reciente.Fuente

No es dato todo lo que reluce

No obstante, y aunque el desarrollo general de Estados Unidos en centros de datos es más amplio y acelerado que el europeo, hay mejores ejemplos que Virginia para mirarse en un espejo. Texas, Arizona, Georgia: allí donde se ha producido un desarrollo de CPD reciente, sí, aumenta la renta disponible, pero en general a) los precios suben más rápido que la media y se comen las ganancias y b) en la mayor parte de estas áreas, la renta crece por debajo de la media. Así que hay dos opciones: mirarse en el espejo de Virginia, pionera, pegada al gobierno federal y, aun así, lastrada por la alta y creciente desigualdad (social y territorial) u, opción B, ver cómo los despliegues de CPD han llegado a lugares donde, como en Aragón, abunda la despoblación, la competición con otros sectores industriales y el desarrollo de renovables. Y en todas partes, la respuesta es emergente pero unánime: alimentar a la bestia con cemento, chips y energía no sale a cuenta.

En parte, porque la mitad del sector de los centros de datos es construcción. Evidentemente, si no hay nuevos centros de datos, la mitad del sector se para, y con ello también se detiene la presión sobre la electricidad y sus facturas o el agua. Pero, tan importante o más para las vidas de todos los días, se contiene la presión sobre la propiedad inmobiliaria y el alquiler. Los centros de datos compiten -en extenso, además- con otras actividades económicas por la mano de obra y el terreno industrial, pero su construcción además genera grandes movimientos de población en forma de trabajadores especializados que, bien pagada o cubiertos sus gastos por las grandes empresas, empuja la demanda sobre el mercado de alquiler. Si la construcción de nuevos CPD se mantiene en el tiempo, sigue subiendo la demanda; si se estanca, la gente se va, pero quedan los precios.

De la otra mitad del sector, es decir, su operación, hablaremos en otro momento -el día que tratemos, tachán, sobre los PIGA-, sobre todo de sus efectos sobre el empleo, la renta y la distribución de la riqueza. Dos pistas: 1) ¿les va bien a las zonas de desarrollo de centros de datos? Bueno, podemos decir que sí. Tal vez. Qué es ir bien, al fin y al cabo. De vuelta a nuestro querido Loudoun, éste ha aumentado su renta por hogar un 46% desde 2009. Bien por Loudoun. Ahora bien, los precios en ese periodo han subido un 36%. Vale, sigo ganando un 10% más (bien por Loudoun). Ahora bien (bis): la desigualdad en el Data Center Alley de nuestros amores ha aumentado un 35% aproximadamente en este periodo de la mano de los CPD: pocos empleos muy bien pagados en gestión y dirección, muchos de salarios medios y un montón de empleos indirectos muy mal pagados para atender a todo lo anterior. Hurra, Loudoun. Conclusión: vale, si no estoy en el top de población que más gana, salgo palmando.

Segunda pista: ¿qué tal distribuyen la riqueza los centros de datos de Viriginia y las instituciones encargadas de que lo hagan? Bueno, hay problemitas. Sobre todo porque el gobierno estatal, hasta ahora, se ha negado a quitar su versión local del PIGA, que es bastante interesante: una exención sobre un impuesto estatal sobre el consumo de bienes electrónicos industriales. Cierto es que aquí ni siquiera tenemos ese impuesto. Éste es importante, porque los centros de datos duran 15-25 años como edificios, pero sus equipos tienen un ciclo de vida de 3-5 años. Es decir, suponen un ingreso continuo para la administración local, pero un gasto constante para los promotores de centros de datos. No tenemos equivalentes en la Virginia europea, bonificados o sin bonificar. Pero es que las exenciones de impuestos vinculadas a nuetros PIGAS son discrecionales en su contenido y, encima, no tienen un criterio definido para acceder a ellas. Comparemos por un segundo con los criterios de Virginia, que no es mucho, pero es preciso: menos arbitrario

Umbrales de elegibilidad general mínima legal:

$150 millones de nueva inversión de capital.     50 nuevos trabajos ubicados en el centro de datos en la localidad aplicable y asociados a la operación o mantenimiento del centro de datos.     Cada nuevo trabajo debe recibir al menos el 150% del salario promedio anual prevaleciente en la localidad donde se encuentra el centro de datos, excluyendo los beneficios marginales.

En cualquier caso, como digo, volveremos sobre esto; esto solo era una toma de contacto preliminar para intentar comprender por qué los centros de datos perdieron (un poco) las elecciones en Virginia mientras Jorge Azcón los visitaba.

Hasta la próxima semana, o así.

Lecturas y enlaces

Los gobiernos europeos que en cualquier nivel están pugnando por atraer inversiones de infraestructura están, en cierta forma, guiando al General Custer. El modelo que experimentamos de transición digital tiene tres o cuatro patas, y una de ellas es la de garantizar un siglo XXI de hegemonía estadounidense. Es muy interesante leer a la gente de la industria con peso en la administración Trump, en este sentido. Son bastante transparentes, y dejan poco espacio para la conspiración: es un proyecto claro y delimitado. Artículo de Dean Ball, antes asesor de IA y tecnología emergente de la Casa Blanca -la de Trump-; de hecho, redactó el America's AI Action Plan.

Esta semana ha salido el PIGA de los centros de datos de Microsoft. El proyecto realmente es caótico en su planteamiento social y, nos atrevemos a decir, técnico. ¿Cómo pueden llegar a consumir más energía de la que tienen concedida? Para todo lo demás, por favor, leed los artículos en Arainfo de Alonso Llorente.

El Constitucional ha admitido a trámite el recurso del Gobierno Central contra la Ley Aragonesa de Energía, aka, Red Eléctrica Aragonesa, importante, no pública, sino privada, muy privada. Probablemente el proyecto de centros de datos de Forestalia -y tal vez SAMCA- se basara en que esta ley saliera adelante para poder rentabilizar sus instalaciones energéticas.

La mayor parte de los datos no referenciados vienen de la Reserva Federal (ingreso medio por hogar, IPC y desigualdad salarial).

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